Cuando Soledad Gallego Díaz llegó al periódico en 2018 para ocupar el cargo de directora, lo hizo con una idea en la cabeza: investigar sobre la pederastia en el seno de la Iglesia española. Hasta el momento solo se habían publicado casos aislados en los medios de comunicación españoles. Todos estaban en una carpeta roja. Una carpeta que por su pequeño grosor daba cuenta de que era un asunto al que no se le había prestado mucha atención. Un viaje en autobús de un periodista que estaba empezando, la experiencia de otro que ya había destapado la trama Gürtel y la sorprendente llegada de cientos de testimonios de personas que habían sufrido abusos siendo menores hicieron que, por primera vez, comenzara a romperse el muro de silencio de la Iglesia sobre estos crímenes.
Una vez roto el silencio había que sacar a la luz lo ocurrido y demostrar el encubrimiento sistemático de la Iglesia. No era tarea sencilla: la institución se negaba a abrir sus archivos y el Estado seguía mirando para otro lado. Al correo electrónico abierto por el periódico -que sirvió de cordón umbilical entre los periodistas y las víctimas- no paraban de llegar relatos. Los investigadores fueron aprendiendo sobre la marcha. Buscando respuestas donde solo había preguntas. Se encontraron que lo habitual era trasladar a los curas abusadores de una parroquia a otra y marear a las víctimas en procesos judiciales internos que no iban a ninguna parte. En definitiva, seguir tapando lo ocurrido. Su insistencia llevó a que la Iglesia cada vez estuviera más acorralada y que algunos de sus integrantes apostaran por destapar la verdad. También descubrieron que las personas que habían sufrido estos abusos, en muchos casos, lo contaban por primera vez tras décadas de silencio.
Cientos de historias de pederastia publicadas, decenas de supuestos criminales destapados, muchos encubridores señalados y seguía sin pasar nada. Las víctimas no obtenían justicia. El equipo de investigación del periódico pensó que tenía que hacer algo a lo grande para que cambiaran las cosas de verdad, pero ¿el qué? Tuvieron una idea: reunir en un informe un gran volumen de casos inéditos, investigados en tres años de trabajo, y dárselos directamente al Papa, para que la Iglesia por fin actuara y ya no fuera posible mirar para otro lado. Salió un tomo de 385 páginas con 251 denuncias de pederastia que entregaron al pontífice en mano. Se desencadenó un terremoto en la Iglesia y en la opinión pública, que llevó al Estado a abrir la primera gran investigación sobre el escándalo en nuestro país.