Alondra acaba de despedirse de su pene y entra en el quirófano del hospital tailandés donde se va a llevar a cabo la intervención. La operación de reasignación de sexo, que durará unas siete horas, está considerada de alto riesgo. La práctica totalidad de las imágenes del reportaje han sido filmadas por la propia protagonista. En esta ocasión Alondra le da la cámara al cirujano tailandés para que sea él quien grabe la operación. Tras la intervención los espectadores asistirán al proceso de recuperación de Alondra, sola en Tailandia y sin que su familia, que ahora vive en Nueva York, se haya interesado por ella. Está sola y tiene que aprender a ser mujer a los 25 años. Nunca antes había visto una vagina y ahora ella tiene una.
La operación la ha dejado sin fuerzas, con la moral por los suelos y le ha subido la fiebre. El peligro de sufrir complicaciones le da pánico y en la soledad de su habitación recuerda cómo era Alberto antes de cambiar de sexo y que, por nada del mundo, cuando vuelva a Barcelona quiere volver a prostituirse.
Los largos días de soledad y malestar hacen que Alondra se despoje de su doble personaje de prostituta en la realidad, y del personaje de culebrón de su imaginación. Ella descubre su persona, tomando conciencia real de su pasado y replantándose la degradación que le supone su actual profesión.