Alondra lleva la cámara a la calle y graba escenas de prostitución con alguno de sus clientes en los alrededores del estadio del Barcelona.
Después de trabajar en su desangelado piso, sin familia ni nadie con quién compartir su tristeza, Alondra se lamenta usando el tono melodramático de los culebrones, su obsesión principal. También explica por qué lleva años intentado cambiar de sexo y qué supone para ella que, a pocas semanas de viajar a Tailandia, su mejor amiga no le devuelva los seis mil euros que necesita para operarse. Pero ella no está dispuesta a esperar otro año y dejar pasar esta oportunidad.
Llevando consigo la esperanza de que su vida mejorará con el cambio de sexo, Alondra viaja con su cámara a Tailandia. A la llegada al hospital de Phuket la amabilidad del jovial Dr. Sanguan Kunaporn, las enfermeras y el personal de mantenimiento reconfortan a Alondra que encuentra el calor y la aceptación que no había sentido desde que murió su abuela.
Prestando atención a los detalles más ínfimos, Alondra graba todo el proceso de reasignación genital: las pruebas iniciales, las reuniones con el doctor y sus dudas. Cuando llega el momento de la intervención deja la cámara en manos del equipo médico para que continúen con la grabación.