Cuando Josephine Baker salía al escenario, el público entraba en éxtasis ante su contoneo salvaje. Su cuerpo, sus miembros y hasta sus ojos se entregaban al frenético ritmo de la música. Sus admiradores la consideraban una diosa de ébano, fue la primera superestrella afroamericana de fama mundial y tuvo Europa a sus pies. Josephine Baker representaba el tipo de mujer desprejuiciada y rebelde de los felices años 20. Sin embargo, la bestia del racismo siempre tenía preparada alguna dentellada para esta mujer que había nacido en el profundo sur de Estados Unidos y que creó la gran familia arco iris adoptando niños de todo el mundo. Eso sí, su determinación fue mayor que el odio de sus enemigos y su final estuvo a la altura de su leyenda.