A punto de llegar a Calenda, Sara y su hija Leire sufren un accidente con el coche. Han chocado contra algo en el camino de acceso pero, al salir a comprobar los daños, descubren que el objeto o animal contra el que se golpearon ha desaparecido. Leire, convencida de haber escuchado algo, se adentra en el bosque siguiendo el rastro. Inmediatamente nota cómo unos ojos brillantes le observan inquietos entre la maleza, una mirada profunda que le aterra y le atrae a partes iguales. Después, el silencio.