Cada año, decenas de miles de personas son deportadas al desierto y ciudades remotas del Norte de África. Muchos son migrantes y refugiados que querían llegar a Europa. Otros no. Lo que tienen en común es que prácticamente todas son personas negras. Y que parte del dinero que paga su traslado forzoso viene de la Unión Europea. Esto era algo que se sabía, pero que ahora ha demostrado una investigación de un año realizada por EL PAÍS con Lighthouse Reports y otros medios internacionales.