Se calcula que más de dos millones de españoles emigraron durante el franquismo para escapar de la pobreza o de las represalias políticas. Algunos miles lo hicieron a Bélgica. Sobre todo, gente del norte de la provincia de Córdoba y de Asturias porque en el país centroeuropeo necesitaban mano de obra para trabajar en las minas, la industria y el servicio doméstico. Emigrar fue una experiencia dura ya que la mayoría lo hacían con una mano delante y otra detrás. Pero, en Bélgica los españoles en vez de llorar, cantaban. Cantaban por la pena de haber dejado atrás su tierra, cantaban por la crisis de identidad que sufrían o por las personas a las que extrañaban. Por eso, a partir de los años 50 y 60 se conformó una escena musical rumbera de grupos que actuaban de manera informal en bares y restaurantes de todo Bélgica. Aquella música nunca llegó a nuestro país y ese patrimonio corría el riesgo de caer en el olvido.