El día que el mundo se debería terminar y no se termina, Tomás regresa a su casa para pedirle perdón a su mujer y a su hija tras haberse largado a vivir la vida loca hace meses.
Julia quiere enterrar a su padre en el cementerio de su pueblo pero llegar hasta allí es peligroso y ella un poco floja.
Tomás trata de revivir los buenos días pasados organizando una barbacoa entre amigos. El problema es conseguir carne que no sea de paloma.
Romero invita a Tomás a unirse a Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, un grupo de justicieros de marca blanca que combate a los malos.
Julia se va de fiesta con Noa y sus amigos postadolescentes. La noche se complica.
Tomás y Julia se ponen de acuerdo con la única cosa que los une: su hija.