Arena y agua forman una buena combinación. Cuando baja la marea, despierta un microcosmos habitado por innumerables seres. Gusanos, pulgas y crustáceos se entierran buscando resquicios de humedad. Además, cada año, miles de tortugas llegan a las playas a desovar. Ola tras ola, el mar descarga parte de su inagotable energía. Las rocas soportan estoicamente sus formidables acometidas y, como trincheras, dan cobijo a una asombrosa comunidad de seres vivos a lo largo de todas las costas del planeta.