Han pasado doce años. Toni se llama ahora Tono, Rosa, su mujer, ha muerto y su hijo Tonet es ya un mozo. Tono muestra a Tonet la parte de la laguna que es suya y le cuenta ilusionado que, con el esfuerzo de los dos, podrán cubrirla de tierra y convertirla en finca pero Tonet odia el trabajo y prefiere tontear con Neleta o emborracharse con sus amigos. El joven se ve arrastrado en una espiral de alcohol y violencia que deriva en su alistamiento voluntario para ir a Cuba.