Cuando las hijas del reverendo Samuel Parris trataron de adivinar su futuro, sus ojos se abrieron a un mundo oscuro y demoníaco. Las chicas empezaron a actuar como poseídas, a balbucear frases incoherentes, a sufrir convulsiones y a tener visiones aterradoras en las que aparecía un hombre vestido de negro. Como si de una plaga se tratara, estas crisis inexplicables se propagaron rápidamente en la devota comunidad de Salem. Los afligidos no tardaron en lanzar acusaciones de brujería, lo que desencadenó la detención e interrogatorio de tres mujeres: Tituba, la esclava caribeña de Parris; Sarah Good, una indigente de difícil carácter, y la marginada Sarah Osborne.