Tarragona es de esas tierras que da pena abandonar por si, al alejarse, pudiera desvanecerse como un sueño. Su contraste paisajístico hace, que en pocos kilómetros, el caminante se adentre en el entorno verde, casi salvaje del abrupto Priorato. El inaccesible pueblo de Siurana que domina el paraje desde lo alto de un impresionante risco, los campos de olivares y avellanos plenos de luz y de intensos colores, y la seca sierra del Montsant recortando su perfil contra el cielo azul. En estas tierras pizarrosas de corazón mineral se elaboran vinos de terrueño, con cuerpo y carácter, aromas potentes y complejos, y cálida frutosidad. Aquí se cultivan viejas y excelentes garnachas y cariñenas que le dan su identidad.