A partir del año 235 comenzó un periodo de crisis, caos y decadencia conocido como la Anarquía Militar. Durante más de medio siglo, diversos generales fueron aupados como emperadores por sus soldados, con efímeros resultados. Esta anarquía pareció acabar con un emperador-soldado de origen ilirio: Diocleciano. Este tipo creó la Tetrarquía y el Dominado para tratar de evitar más golpes de estado. Lo cierto es que el invento funcionó durante un tiempo, pero tras su abdicación, las luchas por el poder entre los tetrarcas volvieron. Maximiano, Galerio, Constancio Cloro, Majencio, Maximino Daya, Severo II, Licinio, Domicio Alejandro... al final solo quedó uno: Constantino I el Grande. Constantino fue el primer emperador que comenzó a beneficiar a la Iglesia cristiana, firmando el Edicto de Milán o creando el Concilio de Nicea para unificar el dogma cristiano.