El protagonista de esta historia es abandonado en el Instituto Psiquiátrico por Agustín, su hermano mellizo y, producto de ello, se pierde absolutamente su rastro. Sólo un vaso de leche que, desde su niñez, acostumbraba a tener muy cerca y no consumía, fue el elemento que permitió dar con su paradero y, más tarde, poder identificarlo. Lógicamente, por su severa lesión cerebral, este hombre, no tenía capacidad para urdir un plan en contra de aquel que generó todo su sufrimiento. Pero extrañamente, el hermano que negó su existencia, después ocupó su lugar en aquel recinto.