Esperanza ya es una “coleccionista de castigos”. Su díscola conducta –impropia para el claustro- obliga a la Madre Superiora a tomar cartas en el asunto.
En esta oportunidad, Sor Genoveva será nuevamente “la informante” que delate a la joven novicia por escaparse del convento…y por no llevar el hábito puesto.
Esta acción la expone, entonces, a una nueva penitencia: no participar del cumpleaños de Sor Diana, al que asistirán todas las monjitas del convento.
Apenada, Esperanza se dispone entonces a pasar una noche en soledad…y a oscuras, debido a un repentino corte de luz. Rumiando su mala suerte, decide comer una insípida sopa cuando vislumbra “una luz” al final del pasillo. Se trata de su querido padre Tomás quien aparecerá en escena para acompañar a la joven en esta noche un tanto especial. Y, además, traerá consigo un delicioso plato de comida para compartir con su “novicia rebelde”. Una enorme sonrisa de felicidad se dibujará en el rostro de Esperanza…
A oscuras en el convento (por un repentino corte de luz), la joven novicia se predispone entonces a cenar en soledad por un castigo que le impuso la Madre Superiora. Pero finalmente tendrá una inesperada compañía: su amado padre Tomás.