Tras la caída de Roma, Italia se sumergió en un profundo letargo, del que no se recuperó hasta el siglo XI, cuando el Sacro Imperio Romano perdió su influencia sobre Italia y empezaron a surgir ciudades-estado independientes. Estas pequeñas repúblicas, aunque asoladas por la peste negra, empezaron a revitalizar sus ciudades y a realizar construcciones a una escala que no se conocía desde la época romana. A finales de los siglos XV y XVI, una serie de alianzas tuvieron lugar entre varias ciudades-estado mientras las potencias extranjeras intentaban sacar provecho de Italia. Francia, España y el Sacro Imperio Romano libraron sus batallas en suelo italiano, al tiempo que la amenaza turca se cernía sobre las costas de Venecia. Los grandes artistas y arquitectos del Renacimiento fueron también los grandes ingenieros civiles y militares de la época. Algunas de las grandes obras de este periodo son: la creación de un extenso sistema de acueductos subterráneos en Siena; la construcción de la cúpula de Santa María del Fiore realizada por Brunelleschi; el avance en la fortificación y en la potencia de disparo desarrollados por ingenieros como Sangallo y di Giorgio; además de la recuperación de Roma como ciudad, que abarca desde la reparación de los acueductos de Roma, hasta el traslado del gigantesco obelisco de San Pedro.