Mientras la mayor parte del mundo se sumergía en la oscuridad tras la caída de Roma, una civilización brillaba con luz propia: el Imperio Bizantino. Ejerciendo un poder despiadado y dotados de un gran ingenio, los bizantinos gobernaron vastas regiones de Europa y Asia durante más de mil años. Trazaron un puente a la antigüedad que preservó el aprendizaje clásico y la ciencia que más tarde daría lugar al Renacimiento. Gobernado por dirigentes que ejercían un poder absoluto, Bizancio contaba con arquitectos que desarrollaron las maravillas de la ingeniería romana. Los bizantinos construyeron el acueducto más largo del mundo antiguo, ciudades amuralladas virtualmente invencibles, un estadio gigantesco y una inmensa catedral abovedada que desafiaba las leyes de la naturaleza. El Imperio Bizantino fue la civilización predominante durante la Edad Media. Sin embargo, después de mil años de dominio, sus enormes construcciones les traicionaron y su luz se extinguió ante el resplandor de la guerra moderna.