Durante toda su vida, el director de cine japonés Yasujiro Ozu contó la misma historia, con el mismo reparto de actores, sobre el ocaso de la familia tradicional japonesa. Pero el autor de "Cuentos de Tokio" (1953) fue también el cronista de un país que se precipitaba hacia la modernidad, desgarrado entre el frenesí de la metrópoli y el tiempo suspendido de las pequeñas ciudades.