Nunca quedó claro si Ernest Hemingway y Adriana Ivancich vivieron una pasión, fueron amantes o todo fue una relación platónica. Lo que sí sabemos es que el Nobel de Literatura estadounidense se obsesionó con la joven italiana y que ella fue la musa de su gran obra maestra, “El viejo y el mar”. El precio de esta amistad fue alto para Adriana: no solo tuvo que aguantar las habladurías de la sociedad de la época, sino que la arrastró al trágico final de su vida.