Con Borja detenido, el caso parece cerrado. Solo hay que conseguir las pruebas para presentarlas al juez. Sin embargo, el almacén donde se custodian sufre un misterioso incendio. El autor es Iván, chantajeado por Zapata, que sabe de su asalto al narcopiso. Además, Borja consigue probar su coartada con unas grabaciones en las que aparece con la alcaldesa recibiendo comisiones a la misma hora en la que se produjo el asesinato. De nuevo, se pierde la pista de quién asesinó a Álvaro Rojas. La empresa de los Medina amenaza la quiebra. Benigna propone a Macarena fusionarse con ella como única salvación. A la hora de firmar el acuerdo, Ángel y María Teresa, también accionistas, votan a favor de Mateo como presidente dejando fuera a Benigna. Hugo y Triana vuelven a quedarse sin pruebas que demuestren su inocencia. Solo saben que la cabeza de Álvaro fue transportada de un sitio a otro y que eso solo pudo hacerse manteniéndola en frío. Revisan las cámaras de seguridad de una gasolinera donde el asesino pudo comprar grandes cantidades de hielo y descubren, con estupor, la identidad del asesino. Andrea, desesperado, decide hablar y graba una confesión. Solo él conoce lo que de verdad pasó esa noche y por fin va a contarla.