Creyéndose con gran talento, Carlos cree estar desaprovechando el don que Dios le ha dado.
Carlos sabe de medicina. Diagnostica anginas y aconseja algún que otro antibiótico para combatirlas.
Carlos encuentra en el trabajo del novio de su secretaria un nuevo motivo para ejercitar su fantasía.
Carlos está en casa de un amigo cuando sale a colación el discutido deporte del boxeo.
Carlos habla con un amigo sobre los premios en las quinielas.
Carlos no está conforme con su físico y envidia en sueños a un artista de cine guapo, alto y lleno de laureles.
Carlos llega a un acuerdo con su mujer: ella irá a la oficina mientras él se ocupa de las labores caseras.
Carlos va a demostrar cómo lo hubiera hecho si hubiese sido torero.
Carlos cuenta sus experiencias como actor cuando era joven.
Al hijo de Carlos le van a hacer jefe de relaciones públicas. Su padre piensa que este cargo es muy sencillo.
Carlos piensa que si hubiese vivido en otra época pasada todo hubiese sido más fácil.
Carlos cree que es inteligente. Comienza a soñar que todo cambiará cuando se den cuenta de ello los demás.
Carlos llega a casa cansado del trabajo y se encuentra a sus hijos bailando con la música a todo volumen.