Uno de los rituales más inexplicables de los jardines de infantes es aquel que convoca a los papis del jardín a crear y actuar en una obra teatral para sus hijos. Empujada por la culpa que le daría no participar, Roxi se propone para hacer de árbol con la expectativa de estar al fondo, casi como un decorado. Pero la exigencia de las mamis, divididas en comisiones de trabajo y excitadas con la superproducción, termina exponiendo a Roxi más de lo que ella esperaba.