Stan es el anticristo, pero no le gusta hacer el mal, él quiere ser actor. Acaba de cumplir 665 meses y su padre, Satán, le informa de que abandonará el infierno y se trasladará a vivir a Nueva York, para ir preparando el apocalipsis.
En pleno desayuno familiar en el infierno, Stan sufre una invocación y desaparece entre llamas. Satanás muy preocupado por su hijo ordena a Samael rescatarlo. Samael intenta que Mefisto le ayude, pero él ya tiene otra misión demoniaca.
Satán organiza una barbacoa en el jardín de su mansión infernal para conocer los progresos de Stan. En una conversación padre hijo llena de malentendidos, Stan se compromete a trabajar para que los niños puedan llevar armas de fuego.
Una vez al año los demonios celebran el lunes rojo, un día donde no solo no pueden ser malos, sino que tienen que realizar una buena acción. Stan se alegra pensando en todo el bien que va a desplegar, pero nada sale como planea.
Mefisto, cuya conciencia animalista no para de crecer, pierde a unos gusanitos de seda que estaba cuidando. Para encontrarlos, despliega una búsqueda que incluye una gran recompensa. Por su parte, Stan sufre un desengaño amoroso con Gaby.
Stan quiere poner fin a sus privilegios y se lanza a la calle dispuesto a buscar trabajo. Esta decisión provoca que Mefisto y Samael, que tampoco tienen un empleo remunerado, se reten a conseguir uno también: ¿quien lo conseguirá primero?
René es la inquilina del apartamento de al lado. Su vida es deprimente: comparte piso con un inversor que apenas sale de su habitación, trabaja friendo, pollo y sobre todo, está pendiente del resultado de una prueba médica.
Los sueños proféticos atormentan al Stan, el día en el que cumple 666 meses. Ha llegado el momento de desatar el apocalipsis. Nuestro protagonista no quiere decepcionar a su padre, pero tampoco renunciar a su sueño de ser actor de musical.