La política exterior de España es la historia de un “quiero y no puedo” constante. España ha asumido la Presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea con la expectativa de reforzar su proyección internacional. Sin embargo, sus aspiraciones de convertirse en una potencia media se han topado con varias dificultades internas. En las últimas décadas, España ha sido incapaz de desarrollar una política exterior de Estado consensuada y continuista. La ausencia de una identidad nacional compartida, las divisiones territoriales y partidistas y el escaso interés por los asuntos internacionales han relegado al país a una posición secundaria en el orden internacional.