Mortadelo y Filemón viajan a Hong Kong para custodiar un valiosísimo jarrón de la dinastía Fumaya valorado en trescientos millones. El bandido Kimono-Kim les roba el jarrón, pero Mortadelo y Filemón consiguen recuperarlo, destrozándolo y pegándolo varias veces en el proceso. Al llegar al museo ven otro jarrón expuesto y, creyendo que es un error, lo tiran para colocar el suyo. En realidad, todo había sido una maniobra de despiste del director del museo, que había recibido el auténtico por correo certificado. El director, al ver el destrozo, persigue a Mortadelo y Filemón lanzándoles puñales.