Cuando España empezaba a levantar la cabeza después de la devastación causada por la guerra, el régimen proyectó la construcción de “megaestructuras” arquitectónicas para enviar un mensaje de modernidad y poderío al exterior. Mientras seguían los trabajos en el Valle de los Caídos, se proyectaban grandes obras como el Edifico España y la Torre de Madrid en la capital, y la Universidad Laboral de Gijón. En paralelo a la construcción de estas grandes moles de cemento, el ministerio de la Vivienda desarrolló planes para edificar barrios gigantescos en los que poder asentar a miles de emigrantes que llegaban a las ciudades huyendo de pueblos que habían quedado en la miseria.