Con el estallido de la II Guerra Mundial, Hitler aumentó la presión sobre España por su ubicación estratégica y Franco se convirtió en un aliado para los nazis. Además de permitir la libre circulación de espías por España, el régimen franquista abasteció a los submarinos nazis en la batalla del Atlántico. En Canarias, construyó un gigantesco polvorín para torpedos con la mirada puesta en una futura base submarina como las que los nazis habían edificado en la ciudad de Burdeos en Francia.