En marzo de 1876, Alexander Graham Bell tenía dificultades con un invento que podría cambiar el Mundo. En el siglo XIX, Norteamérica estaba experimentando un crecimiento acelerado y expandiéndose por un territorio inmenso. Se necesitaba tecnología que cubriera las necesidades de comunicación de esta nueva nación y Alexander Graham Bell estaba convencido de que se podía transmitir la voz a grandes distancias. Los primeros telégrafos sólo podían transmitir un único mensaje cada vez a través de un cable. Además, había que codificar y descodificar el mensaje letra a letra. Alexander Graham Bell empezó a trabajar en un telégrafo múltiple, pero su genio conduciría a un aparato diferente y revolucionario que transmitiría miles de mensajes simultáneos y cambiaría el futuro: el teléfono.