Manuela Carmena, Cristina Almeida y Paca Sauquillo, las tres abogadas, políticas y activistas hablan del origen de su amistad. Tres jóvenes de clase más o menos acomodada, que pudieron estudiar gracias al empeño de sus familias, en especial, de sus madres. Se conocieron en los años 60 en la facultad de Derecho, donde el efervescente movimiento estudiantil despertó su conciencia social y política y las convirtió en amigas inseparables. Juntas reviven desde sus primeras fiestas hasta sus primeras detenciones policiales, las visitas a cines clandestinos para ver las películas prohibidas por el régimen, o sus afiliaciones a partidos políticos ilegales. Y recuerdan momentos que les marcaron en aquellos años, como la ejecución de Julián Grimau en 1963 o el embriagador mayo francés de 1968. Casi 60 años después de aquello, conversan en el Hospital Fundación San José, especializado en rehabilitación neurológica, donde se encuentra Cristina Almeida tras una operación de columna.
Manuela y Paca reviven sus años de militancia clandestina, cuando se afiliaron por primera vez a partidos políticos ilegales, se reunían para leer a Simone de Beauvoir y organizaban cenas de reconciliación nacional a las que acudían rojos y fachas. Recuerdan la diversión, pero recuerdan también la opresión durante los últimos años de la dictadura, desde las torturas que se cometían en los calabozos de la Puerta del Sol (justo debajo de donde hoy está el reloj de las campanadas) hasta la fuerte represión policial, con vivencias como el asesinato de su amigo Enrique Ruano bajo arresto policial. Hablan del durísimo estado de excepción de 1969 que, durante tres meses, las privó de toda libertad y derecho. Y de cómo se enfrentaron al sistema organizando todo tipo de acciones, como la huelga de silencio en el Tribunal de Orden Público.
Cristina y Paca reviven la intensidad de la lucha por los derechos laborales, de reunión y de huelga a principios de los setenta y las terribles consecuencias que defender esos derechos podía tener. Desde el asesinato de Pedro Patiño, en la huelga de la construcción de 1971, hasta el conocido como Proceso 1001, en 1973. Un juicio en el que 10 dirigentes territoriales de Comisiones Obreras fueron acusados y condenados a 21 años de cárcel por reunirse en un convento. Las dos amigas recuerdan cómo se convirtieron en las dos únicas mujeres abogadas del equipo de 10 letrados de la defensa, la increíble movilización internacional que hubo, y la enorme tensión que vivieron durante ese juicio en el que llegaron a temer por sus propias vidas. Hablan también de la importancia de que esos derechos pueden retroceder si los jóvenes no continúan con la lucha.
Manuela y Paca recuerdan los años 70 y 80, marcados por una sociedad civil que se movilizaba con fuerza para cambiar España, más allá de silgas políticas e ideologías. Reviven desde la primera vez que tuvieron conciencia de clase, cuando visitaron los suburbios de Madrid con las monjas del colegio y vieron la pobreza, hasta el día en que Paca creó la primera asociación de vecinos de España, en el barrio madrileño de Palomeras (actual Vallecas). Destacan la importancia de esas asociaciones vecinales, que encabezaron algunas de las luchas sociales más importantes de las últimas décadas y hacen autocrítica en la forma en que perdieron fuerza con la llegada de la democracia. Además, ponen el foco en una problemática por la que tanto lucharon ellas y que aún hoy acecha a las nuevas generaciones: la vivienda. De sus noches ayudando a construir chabolas en la clandestinidad a la lucha contra las estafas inmobiliarias de los setenta o el llamado ‘clan de los subasteros’, en los 90.
Cristina y Paca reflexionan sobre la falta total de derechos que tuvieron como mujeres en los años 60, cuando alcanzaban la mayoría de edad 4 años más tarde que los hombres, no podían abrir una cuenta bancaria o poner una denuncia sin su padre o marido, y tenían prohibido ser juezas o fiscales. Recuerdan cómo eso las obligó a ejercer una doble militancia: por un lado, una política, en la que luchaban junto a sus compañeros hombres por la democracia y la libertad para todos. Pero, por otro lado, tuvieron que ejercer una militancia feminista, dentro de sus propios partidos y contra sus propios colegas, para reivindicar los derechos y la independencia de las mujeres. Desde la despenalización de los anticonceptivos o del aborto hasta la ley del divorcio, Paca y Cristina ponen encima de la mesa todo lo que consiguieron en los años 70 y 80, y advierten a las nuevas generaciones de mujeres sobre la necesidad y la importancia de seguir luchando para aumentar esos derechos y evitar un retroceso
Manuela, Cristina y Paca comentan la proliferación de despachos laboralistas que se vivió en los años 70 y las enormes colas de obreros que se formaban en las calles del centro de Madrid, donde ellas tenían sus propios despachos. Tenían un sistema de cobros y un reparto de las ganancias igualitario y defendían a los presos políticos de forma gratuita. Reviven también la polarización ideológica que se respiraba en la capital con la llegada de la transición y que llevó a una escalada de violencia en las calles en enero de 1977, con secuestros por parte de grupos terroristas de izquierdas y asesinatos de la extrema derecha en manifestaciones pacíficas. Juntas reconstruyen uno de los momentos que más ha marcado la vida de las tres: los asesinatos de Atocha. Un hito que cambió el rumbo de la política y la sociedad española y que aceleró la consolidación de la democracia.