A principios de los 90, la fama de la Ruta del Bakalao se había desbordado. Todas las noches llegaban autocares de toda España cargados de jóvenes ávidos de vivir la mítica noche valenciana. Procedían de Cataluña, Galicia, Madrid o Andalucía. Descargaban a decenas de jóvenes con hambre de música ultramoderna, nuevas drogas y fiestas sin hora de cierre. Valencia es ya un parque temático de las discotecas. La movida valenciana, completamente masificada, es un fenómeno incontrolado.