Es el momento de la hinchada, que se come a la del Benfica. Es el momento de Unai, que motiva hasta el extremo a sus lanzadores. Es el momento de Beto, que aniquila con su mirada a los tiradores del Benfica. Nada podía evitar el enésimo milagro: Beto detuvo dos penaltis y el decisivo del Sevilla lo marcaría Gameiro, lesionado en la rodilla con un aparatoso vendaje. El Sevilla era tricampeón de la Europa League y Sevilla se lanzaba a las calles. Aquella copa imposible se hizo realidad y llegó a la capital de Andalucía navegando por el Guadalquivir.