Cada vez que hay elecciones, los políticos se dirigen a la ciudadanía que van a gobernar, pero también a otros observadores que les importan especialmente: los mercados. Lo hemos visto en las europeas o en las presidenciales en México: se busca calmar a esas estructuras de poder que no tienen una sola cara, pero que condicionan por ejemplo el acceso de un país a crédito o a energía más barata. Y aunque en algunos casos se equivocan, como cuando apostaron por una guerra rápida en Ucrania, con los mercados se cuenta siempre.