Parece que las cosas se han sosegado en Alcafrán, y los días transcurren sin que nada rompa la tranquilidad: el restaurante continúa aumentando sus números rojos, el colegio para personas mayores va viento en popa, y la alcaldesa y el profesor empiezan a simpatizar, tanto que ya empieza a murmurarse que se gustan. Pero, de pronto, al cura, sentado en el confesionario, le parece ver sobre el altar algo que no debería estar allí. Entonces descubre cómo, junto al sagrario, hay un voluminoso sobre lleno de montones de fajos de billetes de 50 euros. Ante la alegría, va hasta el campanario y se pone a tocar la campana. Sin embargo, el exalcalde corrupto no está tan contento como el cura.
Tras el dinero que encontró el cura en la iglesia, el pueblo no puede estar más contento. En el Ayuntamiento, la discusión se centra en decidir si el dinero hay que declararlo a Hacienda o no. Todos, sin excepción, se inclinan por defender que, como les ha llegado en forma milagrosa, los milagros están exentos de tributar. El único que ve el futuro con gran incertidumbre es Matías, que teme que el juicio que le espera en breve le lleve nuevamente a la cárcel. El dinero que ha entrado en el pueblo se nota mucho: unos han decidido emplearlo en hacer mejoras en su casa, y otros lo han guardado en el banco por si llegan malos tiempos, pero Avelino y Pere han preferido comprar una flamante furgoneta. Solo hay algo que ensombrece el panorama: el restaurante vacío permanentemente de clientes y la ola de atracos que asola la comarca donde no hay día en el que un comercio o una entidad bancaria no sea asaltada.
Surgió el amor entre la alcaldesa y el profesor. Todos en el pueblo saben que el uno está por el otro, por mucho que Marina y Álex intenten ocultarlo. Sin embargo, están marcados por sus relaciones anteriores, lo que les impedirá dar el paso decisivo. Por otra parte, el restaurante no vive sus mejores días. Sus dueños, Pere y Avelino, están a punto de tirar la toalla. El restaurante acumula tantas perdidas y tienen tan pocas expectativas de superar las crisis que, por doloroso que sea, deciden cerrar definitivamente. Pero, de pronto, alguien entra en el restaurante y prueba el plato estrella de la casa, el suflé de almejas. El éxito es tal, que las reservas se agolpan. Y al fin, todo comienza a ir bien en Alcafrán. Marina y Álex comprenden que también a ellos les ha llegado el momento.
Las fiestas patronales de Alcafrán se convierten en una gran odisea provocada por las mentiras de todos los vecinos, quienes se ven obligados a seguir mintiendo para ocultar que nunca han dicho la verdad; con la excepción de Marina que, cuando cree que vuelve a estar enamorada, descubre que también Alex le ha traicionado. El maestro se entera con espanto que Pilar, su ex novia, está esperando una hija de él; Salvador decide sufrir un infarto antes de tener que casarse con Paqui; y todo ello el mismo día que Matías, el antiguo alcalde corrupto, se encuentra con una lección que jamás podrá olvidar. Al final, la única que vive feliz es la vaca Margarita.