Candela, una jueza con carácter y poco convencional, es enviada al destino más remoto posible, El Hierro, una isla cargada de peculiaridades, y donde ella no acaba de encajar. Nada más llegar, ha de enfrentarse a un caso de asesinato. La víctima es Fran, un joven que ese mismo día se iba a casar. Todo apunta a que el culpable es Díaz, jefe de Fran y padre de la novia, un turbio empresario local que ya en su juventud cumplió condena por homicidio.
Candela debe decidir si envía a Díaz a prisión provisional. En contra del criterio de su equipo y de toda la isla, lo deja en libertad con cargos, aunque no podrá salir de la isla y estará sometido a vigilancia. Aun así, es una decisión extremadamente impopular, agravada por el empeño de Díaz en encontrar por sí mismo al auténtico culpable. Candela, enfrentada a su equipo, necesita a alguien a su lado en quien confiar y que conozca las claves de la isla. Toma una nueva decisión polémica: incorpora a la investigación a Reyes, agente de la policía local.
La investigación saca a la luz algunos puntos oscuros en la vida de Fran: había establecido misteriosos contactos con alguien en Holanda y mantenía relaciones con una amante de la que nadie conoce su identidad. ¿Fran ha muerto porque estaba en algún oscuro negocio?, ¿o por razones pasionales? Candela y Díaz, cada uno por su lado, avanzan en la investigación. Díaz sospecha que Fran usó sus contactos en el entorno de un peligroso contrabandista. Y Candela descubre algo muy desagradable: la misteriosa amante de Fran es alguien muy próximo a ella.
En una salida clandestina de la isla, Díaz averigua que Fran, justo antes de morir, estaba intentando vender una valiosa mercancía. No sabe de qué se trata. Y, sobre todo, no sabe quién es el socio de El Hierro que lo acompañaba en la operación. Ese misterioso socio quizá sea el asesino, o al menos quien está buscando algo en el entorno de Fran (ha entrado en su casa, en la casa de su madre¿). Candela, mientras tanto, siente que la investigación policial avanza con demasiada lentitud. Sólo confía en Reyes. Y efectivamente, la agente de la policía local descubre la identidad del asesino.
El asesino, al verse descubierto, mata a Reyes. A partir de ahí, ha de enfrentarse a la dificultad de deshacerse del cadáver en una isla como El Hierro, donde nadie desaparece sin dejar rastro. Especialmente desde que cunde la alarma por la desaparición de la agente de la policía local. La isla reacciona. Policía, protección civil y voluntarios emprenden una búsqueda desesperada. Lo más probable es que el asesino al que Reyes investigaba haya actuado de nuevo. Candela se rompe; se siente culpable, porque fue ella quien involucró a Reyes en una investigación que no le correspondía.
Reyes no aparece, pero el operativo de búsqueda propicia la localización de una lancha hundida que va a aportar nuevas claves. Es una lancha de contrabandistas de diamantes africanos, que Fran descubrió buceando. Eran diamantes lo que se traía entre manos. Candela no puede admitir el fracaso en la búsqueda de Reyes o la ralentización de la investigación porque se vaya a celebrar La Bajada, una ceremonia que paraliza la isla cada cuatro años. En su desesperación, busca la complicidad de Díaz quien, como ella, está empeñado en descubrir al culpable. El asesino siente que la investigación se estrecha en torno a él. Piensa en huir, pero aún no ha encontrado los diamantes escondidos por Fran. Y desvía la atención hacia el falso culpable ideal: Díaz.
Díaz ha evitado su detención huyendo a la desesperada. Pero es imposible abandonar la isla sin ser descubierto, y más ante un operativo policial que ha cerrado a cal y canto las pocas vías de salida. Finalmente, Díaz es atrapado. Y la isla respira aliviada: podrá celebrar en paz la Bajada. Sólo tres personas en la isla parecen inquietas: el propio Díaz, que sabe que alguien ha puesto pruebas falsas contra él; Candela, que intuye que algo falla; y el asesino, que se ha librado de la presión policial, pero sigue buscando los diamantes que están en el origen de toda su aventura. En medio de la celebración de la Bajada, el asesino descubre la localización de los diamantes.
El asesino, aprovechando la confusión de la Bajada, consigue hacerse con los diamantes. Aunque ha de enfrentarse a un nuevo obstáculo: el contrabandista al que Fran había acudido lo ha estado siguiendo y quiere para él los diamantes. En paralelo, Candela y Díaz repasan juntos la investigación y dan con la clave para identificar al asesino. Lo localizan cuando ya está abandonando la isla. Lo tienen atrapado. Pero no está dispuesto a rendirse.
Candela está decidida a aclarar el caso de narcotráfico que Díaz le había confesado al final de la temporada anterior. Pero Díaz no está dispuesto a colaborar. Teme a las represalias de la gente de Samir. Sus peores temores se ven confirmados: alguien envía un sicario a matarlo. Este nuevo caso criminal se cruza en el trabajo de Candela con un asunto muy desagradable, un conflicto por la custodia de unas menores, Ágata y Dácil, en el que ni Gaspar ni Lucia, los padres, están dispuestos a ceder.
El conflicto por la custodia de las niñas se complica. Dácil, la menor de las hermanas, ha desaparecido. Gaspar, el padre está convencido de que es responsabilidad de su ex, Lucía. Cruz, la nueva sargento de la Guardia civil, se hace cargo del operativo de búsqueda. Mientras tanto, Díaz viaja a Tenerife en busca de respuestas a la cuestión de quién ha querido matarlo. Su encuentro con Fadi, el inquietante hijo de Samir, ahora a cargo de la organización, no hace más que complicar las cosas.