Fuera de su entorno y alejado de las especies con las que acostumbra a tratar, Frank Cuesta continúa su aventura en Mongolia con el objetivo de recorrer parte del desierto del Gobi y aprender a cazar con águilas en las montañas fronterizas con Kazajistán.
En el desierto, un territorio cinco veces mayor al de España, Frank soporta temperaturas que sobrepasan los 40 grados, se encuentra con lagartos y mamíferos con los que nunca ha tratado y se ve acorralado por un grupo de más de 500 camellos.
Una vez completada su misión en el Gobi, Frank y su equipo cogen un avión hacia las montañas fronterizas con Kazajistán. Allí la caza con águilas es una tradición que tiene más de 4.000 años de antigüedad. Estas aves de presa cazan lobos y zorros adiestrados por un grupo de hombres que se asientan en un extenso valle situado entre Rusia, Mongolia y China. Bao Di, uno de los maestros de esta particular caza, explica al leonés que las uñas de las águilas son como cuchillos: “Ellas primero enganchan con las patas y luego matan con el pico”, dice.
Durante el entrenamiento con estas rapaces, Frank Cuesta debe mantener el equilibrio al trote sobre un caballo y un águila de casi dos metros apoyada en su brazo derecho. La mayor alegría de Frank en esta travesía será cuando consiga tener en sus manos una marmota: “Llevaba tres años buscándola. La había visto de lejos en los Pirineos, pero nunca había podido ver de cerca ninguna”, relata Frank. Aunque advierte que un mal movimiento junto a este animal puede ser letal: “Transmiten la peste. Si me muerde, en 48 horas estoy muerto porque en esta región no hay hospitales”.