El Monte McKinley está en Alaska, Estados Unidos, y eso hace que el viaje sea bien distinto a cualquier expedición a montañas de más de siete mil metros, que normalmente están en Asía. Pero me ha resultado mucho más dura de lo que me esperaba. En primer lugar, porque todo lo tienes que subir tú a pulso, arrastrando trineos. ¡Hemos echado en falta a los Sherpas!. En segundo lugar, porque hace un tiempo terrible que te deja aislado y paralizado durante días y días. Es tal la furia del viento que debes, literalmente, construir con bloques de hieloun iglú cada vez que pernoctas. Es fácil perderse y despeñarte por alguna grieta. Hemos tenido la suerte de socorrer a un pobre e insensato coreano que deambulaba desorientado y aterido de frío en mitad de una ventisca. Pero si llegas al campo cuatro, te relajas; allí hay médicos, baños y un buen servicio de rescate. Sólo queda un campo más, y la cumbre, si el tiempo, la principal dificultad de esta montaña, lo permite. ¡Mirad el capítulo y sabréis si, finalmente, el McKinley me echa para atrás o se deja conquistar!
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Jesús Calleja | Director |