No hay nada en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna que sea para mi tan sospechosa como el amor, pues este penetra en el alma, más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más al corazón que el amor. Por eso cuando no dispone de armas para gobernarse, el alma se hunde por, el amor, en la más honda de las ruinas.