Tras el fallecimiento de su tío Adolfo, Mauricio y su hermano Tony descubren que éste les ha legado unas tierras en el pueblo. Cuando los herederos descubren que en los terrenos colindantes se prevé construir una central nuclear, ambos deciden desprenderse de la herencia dado su nulo valor. Tras pedir a Luisma que se haga pasar por un brujo dotado de ‘poderes’, los hermanos intentan vender la parcela a Ramiro, un hombre con gran fe en la brujería.
Mauricio intenta deshacerse de unos terrenos heredados con la inestimable ayuda de Luisma. Por otra parte, Paz acompaña a Eugenia a la cena anual de la Compañía de Vedettes y Fidel, cansado, decide irse a vivir con su madre. Tras el fallecimiento de su tío Adolfo, Mauricio y su hermano Tony descubren que éste les ha legado unas tierras en el pueblo. Cuando los herederos descubren que en los terrenos colindantes se prevé construir una central nuclear, ambos deciden desprenderse de la herencia dado su nulo valor. Tras pedir a Luisma que se haga pasar por un brujo dotado de ‘poderes’, los hermanos intentan vender la parcela a Ramiro, un hombre con gran fe en la brujería. Eugenia espera ilusionada la próxima celebración de la cena anual de la antigua Compañía de Vedettes, evento en el que manifestó en su pasada edición que su hija Aída era una de las mejores vedettes del mundo y estrella del music-hall en México. Tras convencer a Paz para que se haga pasar por su hija, Eugenia acude a la velada junto a su vecina. Sin embargo, la aparición de Aída en dicho acto produce consecuencias inesperadas. A pesar del recelo inicial de su hijo, Chema convence a Fidel para que pase unos días con su madre y su nuevo novio. La exquisita sensibilidad cultural de Pippo, el compañero sentimental de su progenitora, conquista rápidamente al adolescente.