David se compra un móvil. Pronto se obsesiona en llamar para todo, dejar mensajes y Paco le hace ver que se está enganchando. Aunque no quiere aceptarlo, en la primera semana se gasta 40.000 pesetas. El palo le hace plantearse que debe superar su dependencia. Cuando una mañana, el móvil interrumpe el sueño de David, éste pide que alguien lo haga callar. Parece haberse curado a su adicción. Carlota necesita gafas. El oculista le diagnostica vista cansada y le recomienda que se ponga gafas. Para ella es un cambio de aspecto vital en su vida y le lleva incluso a creer que se está haciendo vieja. De hecho, en la calle, una desconocida la tratará de usted, para frustración de ella. Sole trata de ayudarla a que asuma su transición a la madurez sin complejos. Pero Carlota descubre su primera cana y su frustración le amarga el día. No obstante, pasa por las fases que Sole ha reconocido para su caso y, al llegar a la última, de aceptación, Carlota, en un encuentro con la misma desconocida de la primera vez, le arenga acerca de la fugacidad de la juventud, claramente asentada su aceptación del salto a la madurez. Diana ve entrar al famoso humorista Julio José Riverson, que le da su número de teléfono. David lo guarda en su móvil. Julio José se encuentra con Diana y se muestra reacio a contar chistes. Hasta que ella dice que si un hombre le hace reír ella se derrite y Julio José pasa al ataque. Pero sus chistes no surten efecto en ella y el humorista entra en crisis. Los intentos de Diana porque Julio José recupere su autoestima con la complicidad de las risas de los otros son en vano: Sole le acaba diciendo que no tiene maldita la gracia. Y en la noche de una actuación, ante el fracaso de su primer chiste, Julio José comienza a repasar las desdichas de David, Carlota, Paco… Ello le mete al público en el bolsillo, que se muere de risa con sus audaces reflexiones sobre lo que ve en su entorno diario. Diana acaba cayendo a su encanto y liándose con