Lucía es dueña de una casa de reposo solo por interés económico, sin que le importe el grupo de ancianas que viven en él. Para abaratar costos, decide despedir a Patricia y Silvana, contratando a Sandra, una mujer huraña, sin ninguna empatía hacia las ancianas y que, además les roba sus pertenencias. Cierto día, se le acusa públicamente de robar joyas. A los pocos días, la señora que la acusa desaparece. Cuando sus amigas preguntan por ella, Sandra les señala que sus familiares se la llevaron. Pero será la misma fallecida, quien hará lo imposible por acusar a su victimaria de todo el daño recibido.