Soy una Pringada tiene una cita con una chica que representa todo lo que odia llamada Luz. Durante el encuentro, Soy una Pringada se escapa varias veces para llamar a su amigo Milo desde el baño. El desenlace de la cita es un desastre y la Pringada deberá replantease su vida.
Después de tener “pelea física” con Luz, Pringada tiene que ir a terapia. A la dinámica de grupo, dirigida por el extravagante terapeuta Juan Paul (Brays Efe), le acompaña su inseparable Milo. Allí conocerán a Xadette (Jedet), una “mujer complicada”. Los tres se volverán inseparables. A la salida, Pringada se reencontrará con alguien muy especial.
La terapia continúa, esta vez con un retiro intensivo en el campo. Allí Pringada y Milo se reencuentran con Xadette y Juan Paul. También conocerán a Marga, una monitora de yoga que utiliza unos métodos de autoayuda un tanto peculiares. La jornada pasará entre el surrealismo, el disparate y el mejor cine clásico de terror.
Pringada vuelve a casa después del alocado retiro en el campo. Allí se encuentra a Loreta, su madre, acompañada de su novio brasileño 20 años más joven que ella. De nuevo, los errores y los traumas del pasado vuelven a golpear a Pringada.
Pringada decide olvidar el fatídico encuentro con su madre saliendo de fiesta con Milo y Xadette. Acabarán en la discoteca más cool del momento, en la que, entre alcohol y drogas, Pringada se dejará llevar por la noche, por la que veremos desfilar a todo su universo y sus referentes.
Después de una noche de locura, Pringada se despierta en su casa aturdida: la persona más insospechada ha acudido a su rescate. La muestra de cariño inesperado (y posiblemente la resaca) harán que Pringada se pregunte si es verdad eso de que nadie la quiere.