En 2003, Alfredo Galán Sotillo mantiene en jaque a las unidades de homicidios de la Policía Nacional y la Guardia Civil de Madrid. En apenas dos meses, un misterioso pistolero mata a seis personas y hiere a tres. Se le apoda "el asesino de la baraja" porque acostumbra a dejar un naipe a los pies de sus víctimas. Los asesinaba disparándoles a quemarropa. El 3 de julio se entrego en la comisaría de Puertollano. En 2005 la audiencia provincial de Madrid le condenó a 142 años de prisión.