Últimamente el negocio del cementerio no va muy bien. Es por este motivo que los sepultureros alquilan las tumbas a una multinacional para que entierren en ella residuos radioactivos. El problema empieza cuando uno de los muertos vuelve a la vida a causa de la radioactividad.
Boris, que no puede dormir a causa de los ronquidos de sus compañeros, decide ir a dormir en el interior de una de las tumbas vacías del cementerio. Al día siguiente, sus compañeros entierran sobre él un muerto. A partir de ese momento, Boris vivirá las situaciones más divertidas y absurdas tratando de salir de la tumba.
Los sepultureros viven felices, tienen el único cementerio de la ciudad, no les faltan clientes y cobran lo que quieren. Pero todo esto se acabará con la llegada de una incineradora que les empezará a quitar todos los clientes. Los sepultureros idearán un diabólico plan para eliminar a la inesperada competencia... pero no les será fácil, su propietaria, Madame Soplete, es un hueso duro de roer
La muerte se ha enamorado y no está por la labor, así que pasan los días, los meses y no muere nadie. La falta de clientes hace que los sepultureros estén al borde de la ruina. Los sepultureros habrán de agudizar el ingenio para poder solucionar su difícil problema.
De los restos de productos químicos acumulados en la superficie del lago, nace una viscosa mancha que se come todo ser viviente que encuentra a su paso, no dejando de ellos ni el menor rastro. Los sepultureros deciden ponerse en acción y eliminar a la mancha antes que ella elimine a todos sus clientes y los deje en el paro.
Frankenstein ha robado un muerto del cementerio y le ha dado vida. En un descuido, el muerto se ha ido del castillo de Frankenstein con la intención de disfrutar, ahora que está muerto, lo que no ha hecho en vida. Los sepultureros, que han descubierto el robo de su cadáver, irán en su busca para recuperarlo.
Un muerto anda suelto por la ciudad creando el pánico en sus calles. Los sepultureros pasarán una noche infernal tratando de recuperar al más cachondo y desmadrado de los cadáveres.
A los sepultureros les ha llegado un muerto de peso, concretamente 400 Kg. No pueden cargar con él, los ataúdes se rompen con el peso, no cabe en las tumbas. Menudo problema les ha caído encima.
Los sepultureros reciben una llamada urgente para que vayan a la ciudad a recoger un cadáver. Los sepultureros cogen el coche fúnebre para ir a recoger el muerto, pero el caos circulatorio que hay en la ciudad hará que el viaje de los sepultureros sea un auténtico martirio.
Un hombre duro e implacable, el inspector Alegre, llega al cementerio dispuesto a tomar nota de cualquier irregularidad. Si su informe es negativo, los sepultureros se quedarán sin empleo...
Los muertos del cementerio están agitados aterrorizados por la presencia de un perro vagabundo que les roba los huesos. Los sepultureros tendrán que recurrir a su escaso ingenio para echarlo del cementerio y devolver los huesos a sus propietarios.
Drácula sale de su tumba y trata de morder a Boris, que se ha quedado sólo en el cementerio porque los otros se han ido al cine. Todos los intentos de Drácula por morder a Boris son infructuosos y recibe palo tras palo sin que el ingenuo sepulturero se dé cuenta.
La reina de las brujas roba un cadáver a los sepultureros para resucitarlo y convertirlo en sirviente suyo. Los sepultureros se disponen a recuperarlo. La tarea no les será fácil ya que la bruja en cuestión es de armas tomar.
Los sepultureros acuden al castillo de la reina bruja para recuperar el cadáver que les ha robado. La bruja los invita a cenar con el malvado propósito de eliminarlos... ¿será esta la última cena de los sepultureros?
Lápida es invitado a una fiesta y no tiene nada que ponerse. Un mafioso le lleva un muerto vestido con traje de gala y con un reloj que parece de oro y brillantes. Lápida le quita el traje y el reloj para ir a la fiesta, pero se lo roban por el camino. Desde ese momento, tiene que recurrir a todos los medios para conseguir el dinero y comprar un reloj igual. Cuando lo compra, resulta que el reloj del muerto era de plástico dorado y se lleva un chasco tremendo.
El Doctor Frankenstein resucita el esqueleto de un gallo que Sonrisa se ha comido. De nuevo con vida, el Gallo se dispone a perseguir incansablemente a Sonrisa para vengarse, sin importarle demasiado tener que amargar el día de compras de los sepultureros.