Hernández tiene urgencia por entregar una traducción que fue encargada a León Sanctis, uno de los mejores colaboradores de la editorial. Al leer el trabajo, Daniel descubre que las notas al pie incluidas en el texto no tienen sentido. Es necesario rehacer la traducción, pero Sanctis parece querer evitar a sus compañeros de la Editorial Corsario. No hay tiempo, y Otero, jefe de Hernández, lo apura sin piedad. León sigue sin aparecer. Daniel comienza a buscarlo de modo desesperado, en un principio porque requiere de su trabajo para enviar a imprenta, pero luego movido por la preocupación ya que el paradero de Sanctis sigue siendo un misterio. Para resolver el enigma Daniel recurre a su viejo amigo, el comisario Jiménez.