Este capítulo de nuestra historia tiene nombre propio: es la época de Rosas. Para principios de 1835, el país está de nuevo al borde de la guerra civil. El asesinato del caudillo riojano, Facundo Quiroga, recrudece viejos conflictos entre las provincias. Rosas, uno de los estancieros más poderosos y gobernador de Buenos Aires, llevó a cabo una administración provincial ordenada. Recortó los gastos, aumentó los impuestos, superando lentamente el déficit fiscal heredado, y reanudó las relaciones con la Santa Sede, suspendidas desde 1810. El sector terrateniente sustentó el liderazgo rosista, ya que se consideraba que la tierra confería status y poder. Además, al Restaurador en el poder los grupos dominantes porteños y amplios sectores populares. Durante el rosismo creció enormemente la actividad ganadera bonaerense, las exportaciones y algunas industrias del interior que fueron protegidas gracias a la Ley de Aduanas. Rosas se opuso a la organización nacional y a la sanción de una constitución, debido a que ello hubiera significado el reparto de las rentas aduaneras al resto del país y la pérdida de la hegemonía porteña. Hasta su caída, Rosas retuvo el poder en forma autoritaria, persiguiendo duramente a sus opositores y censurando a la prensa.Encarnación Ezcurra, esposa del caudillo, ayudó a la forma de La Sociedad Popular Restauradora, conocida como la mazorca, que se caracterizó por ser una organización parapolicial que utilizó el terror como instrumento de gobierno. Se enfrentó a la Generación del ’37, un grupo de jóvenes intelectuales universitarios argentinos influenciados por el Romanticismo ilustrado. Sus principales exponentes fueron Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, Juan María Gutierrez y domingo Faustino Sarmiento, quienes se vieron obligados a marcharse a tierras extranjeras. En 1851 el gobernador de Entre Ríos emitió un decreto, conocido como el pronunciamiento de Urquiza, en el cual aceptaba
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Felipe Pigna | Guest Star |