En julio de 1944, los abominables crímenes cometidos contra civiles y contra las tropas enemigas, así como las cuantiosas bajas del propio ejército alemán provocadas por las estrategias a quemarropa de Hitler, llevaron a un grupo de altos cargos de la Wehmarcht a planear un atentado para acabar con la vida del Führer y de sus oficiales.