Mientras las mujeres velan el cadaver del pequeño, un veterinario cura al caballo. La barraca de Batiste se llena de gente: Copa, don Joaquín, los huertanos y hasta Pimentó y su cuadrilla. Los huertanos abruman a Batiste con sus atenciones. Pasa el tiempo. Ha llegado la festividad de San Juan, la cosecha es abundante y la familia entera recoge el grano. Una noche los vecinos arrastran a la taberna a Batiste. Pimentó provoca a Batiste y termina abofeteándole. Batiste se contiene, pero cuando Pimentó le amenaza con la navaja, levanta un taburete y se lo parte en la cabeza. Pimentó rueda con la cabeza partida y todos rodean amenazadoramente a Batiste, quien acaba marchándose en silencio.