En la cúspide de su poder, este imperio se extendió a lo largo de territorios que comprendían 15 husos horarios, englobó a casi 160 etnias diferentes y abarcó una sexta parte del territorio de la Tierra. Un imperio que comenzó con unos pocos pequeños principados y se convirtió en una fuerza mundial indómita impulsada por la fortaleza de sus dirigentes. Desde el principio, estos visionarios construyeron el Imperio Ruso adaptando las tecnologías extranjeras para hacerse con el poder, conquistar territorios, aumentar el comercio y construir símbolos del progreso imperial ruso. Sin embargo, la construcción de la infraestructura de este imperio supuso un enorme precio. La historia de Rusia está plagada de los cadáveres de los siervos y los esclavos que construyeron estas obras gigantescas. Cuanto más grande era el imperio, mayor número de vidas y recursos se sacrificaban. Para los campesinos rusos, la construcción del moderno imperio no significó ningún progreso, sólo más impuestos, más guerras, más trabajo y más muertes. Mientras Rusia entraba en el siglo XX, su expansión alcanzó proporciones críticas, ya que sus dirigentes impulsaron el progreso a un ritmo insostenible, y su población reaccionó provocando una revolución que cambió la historia mundial para siempre. Desde el Kremlin de Moscú hasta los edificios de San Petersburgo o el ferrocarril transiberiano, este documental examinará la arquitectura y la infraestructura que permitieron el auge y la caída del Imperio Ruso.