Tras su fundación en el siglo VII a.C., Cartago pronto creció hasta convertirse en una de las grandes civilizaciones del Mundo Antiguo: una extraordinaria ciudad-estado que dominó el Mediterráneo durante más de 600 años. Durante ese espacio de tiempo, los ingenieros cartagineses aprovecharon sus extensos recursos y mano de obra para desarrollar una de las tecnologías más innovadoras de la antigüedad. Como habían hecho los maestros egipcios antes que ellos, construyeron estructuras colosales capaces de resistir los estragos causados por el tiempo y el hombre. Cartago fue la primera ciudad en disponer de un sistema de fontanería interior, que proporcionaba un suministro constante de agua a los primeros edificios altos de apartamentos del mundo. La ciudad estaba protegida por un puerto inmenso con cientos de barcos de guerra, que formaban el núcleo de la marina más formidable de la antigüedad. Además, para proteger la capital, se erigió una intricada red de fortificaciones que se extendía a lo largo de kilómetros y albergaba un ejército permanente de más de 20.000 hombres. Durante generaciones, Cartago fue sinónimo de poder, fuerza e ingenio para el mundo antiguo.