Tres mujeres no soportaban más a sus maridos y encontraron en un curandero y estafador la ayuda que necesitaban. Él les enseñaría a matarlos pero tardaría porque quería cobrar cada vez más consultas. Primero prendieron velas negras, después abrieron sapos, más tarde crearon un brebaje hasta que él les sugirió envenenarlos con arsénico. Una de ellas no logró matarlo con la preparación y lo llevó al “consultorio”. Él, que había sido cura y ahora era un homosexual que odiaba a los hombres, lo mató con sus propias manos.